martes, 6 de agosto de 2019

Los ojos que me miran


La melancolía de volver. Preguntarme si debería haberme ido. Preguntarme si realmente podés irte de los lugares que te ahogan de presencia con solo pensarlos. Aquel es un apéndice de mi persona, yo soy parte de su tierra. Nací cuando el río me bautizó enseñándome a nadar. Me pregunto ahora quien ha colonizado a quién y veo en mi espalda clavada una bandera. Hay decisiones que no se toman, se aceptan. Como enamorarse.

 Sentir la huella de los abrazos y los te quiero frescos en la piel. Cuidarla por ser pergamino y hoja en blanco. Caminar, para adelante, desoyendo el vagido de quien fui ,que me pide-suavecito- que regrese. Ser y hacer para que me miren esas miradas lejanas, las que quedaron allá. ¿Acaso importa si te miran a kilómetros o a metros? Mientras más lejos estén más profunda es la mirada. Pero si esos ojos no me miran,  ¿soy y hago? Si no me miran, ¿no debería voltear para llamarlos? Me da miedo. ¿Qué tal si me pasa lo mismo que a Orfeo? Si a punto de tocar el cielo con las manos, me volteo buscando aprobación y mis pájaros caen en picada. El cielo es azul, me digo, no te gires. Me siento extranjera en cualquier lugar que no sea aquel, desprecié su tierra fértil y crezco raíces en cemento. Sin embargo, sino querían que me fuera ¿por qué no ataron cadenas a mis alas? Quizás sí pertenezco a otros lugares. No me siento nómade, pero ¿se elige el nomadismo? ¿O es el camino el que te obliga a andar?

Estoy hecha de los dueños de esos ojos que soplaron viento en mi alma expuesta cuando cada suspiro la alejaba de mí. Soplaron con cuidado como se sopla la herida en la rodilla de un niño que raspa y arde. A fuerza de caricias me hicieron y hoy soy.  Soy porque rieron y cantaron y recitaron poesía cuando el mundo me era tan enorme que a todo le ponía mayúscula, más aún a los miedos. Soy porque los vi tomar luciernágas con las manos para mostrarme que nada que tenga luz lastima. Porque los vi abrazarse cuando se hacían agua y necesitaban mil manos para contenerse y también cuando ardían de colores, como fuegos artificiales eternos. Soy porque me enseñaron que querer sí lleva letra grande, que si se quiere en minúsucla es mentira y que si al abrazar no  teñís de brillos y verdades al otro,  entonces nunca aprendiste a dejar huellas duraderas.

No sé si me miran pero mi piel es ya un palimpsesto cargado de voces que al desnudarla brilla como una luciérnaga y canta fuerte y tiene eco y resuena diciéndome que  lo que haga no necesita testigos ,pero sí razones. Entonces piso más fuerte y si bien el bosque queda atrás , todavía huelo la lavanda, la madera y el Malbec y sé que solo tengo que voltear para verme a mí diciendo andá. Que no tengo porque hacer oídos sordos a mi pasado. Que yo soy aquel vagido y ¿cómo puedo avanzar sino me llevo en cada paso? Mis pájaros no van a caer si hecho un vistazo a los motivos de su vuelo y recupero viento de mis entrañas para impulsar sus alas. Me escucho a mí, que ya soy más que un susurro y digo:  mientras escuches el río siempre vas a encontrar el camino a casa.

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