La
melancolía de volver. Preguntarme si debería haberme ido. Preguntarme si
realmente podés irte de los lugares que te ahogan de presencia con solo
pensarlos. Aquel es un apéndice de mi persona, yo soy parte de su tierra. Nací
cuando el río me bautizó enseñándome a nadar. Me pregunto ahora quien ha
colonizado a quién y veo en mi espalda clavada una bandera. Hay decisiones que
no se toman, se aceptan. Como enamorarse.
Sentir la huella de los abrazos y los te
quiero frescos en la piel. Cuidarla por ser pergamino y hoja en blanco.
Caminar, para adelante, desoyendo el vagido de quien fui ,que me
pide-suavecito- que regrese. Ser y hacer para que me miren esas miradas
lejanas, las que quedaron allá. ¿Acaso importa si te miran a kilómetros o a
metros? Mientras más lejos estén más profunda es la mirada. Pero si esos ojos
no me miran, ¿soy y hago? Si no me
miran, ¿no debería voltear para llamarlos? Me da miedo. ¿Qué tal si me pasa lo
mismo que a Orfeo? Si a punto de tocar el cielo con las manos, me volteo
buscando aprobación y mis pájaros caen en picada. El cielo es azul, me digo, no
te gires. Me siento extranjera en cualquier lugar que no sea aquel, desprecié
su tierra fértil y crezco raíces en cemento. Sin embargo, sino querían que me fuera
¿por qué no ataron cadenas a mis alas? Quizás sí pertenezco a otros lugares. No
me siento nómade, pero ¿se elige el nomadismo? ¿O es el camino el que te obliga
a andar?
Estoy
hecha de los dueños de esos ojos que soplaron viento en mi alma expuesta cuando
cada suspiro la alejaba de mí. Soplaron con cuidado como se sopla la herida en
la rodilla de un niño que raspa y arde. A fuerza de caricias me hicieron y hoy
soy. Soy porque rieron y cantaron y
recitaron poesía cuando el mundo me era tan enorme que a todo le ponía
mayúscula, más aún a los miedos. Soy porque los vi tomar luciernágas con las
manos para mostrarme que nada que tenga luz lastima. Porque los vi abrazarse
cuando se hacían agua y necesitaban mil manos para contenerse y también cuando
ardían de colores, como fuegos artificiales eternos. Soy porque me enseñaron
que querer sí lleva letra grande, que si se quiere en minúsucla es mentira y
que si al abrazar no teñís de brillos y
verdades al otro, entonces nunca
aprendiste a dejar huellas duraderas.
No sé
si me miran pero mi piel es ya un palimpsesto cargado de voces que al
desnudarla brilla como una luciérnaga y canta fuerte y tiene eco y resuena
diciéndome que lo que haga no necesita
testigos ,pero sí razones. Entonces piso más fuerte y si bien el bosque queda
atrás , todavía huelo la lavanda, la madera y el Malbec y sé que solo tengo que
voltear para verme a mí diciendo andá. Que no tengo porque hacer oídos
sordos a mi pasado. Que yo soy aquel vagido y ¿cómo puedo avanzar sino me llevo
en cada paso? Mis pájaros no van a caer si hecho un vistazo a los motivos de su
vuelo y recupero viento de mis entrañas para impulsar sus alas. Me escucho a
mí, que ya soy más que un susurro y digo:
mientras escuches el río siempre vas a encontrar el camino a casa.
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