sábado, 17 de agosto de 2019


I

No le temo a la sombra,
hay más luz en ella que oscuridad.

Le temo a la calma
que avanza cuando los claroscuros desaparecen.
Al frío despiadado
y al silencio de la noche
que grita
y te arrincona
buscando refugios.

En todo caso, mi sombra me da pena.
¿Dónde va cuando el sol se esconde?
¿Vuelve a mí? ¿Debo vivir por las dos?

II

Mi sombra le teme al atardecer
porque me pierde de vista.
Es ciega y por eso me sigue,
no conoce ningún camino
salvo el que me invento.
A la tarde, protegida en mis recovecos,
la escucho llorar.
Sus lágrimas hacen pequeños agujeros
en mi carne
y cuando sale el sol
la luz se cuela en ellos
y la despierta.

Todo el día proyecta mi silueta,
le divierte copiarme.
A mí me gusta tener un reflejo
más fiel que el del espejo.
Pero al final del día
yo me quedo
y ella se va.

¿Qué hará cuando muera
y no hayan más mañanas?

¿Existirán soles eternos para las sombras
que han sido exiliadas de sus hogares?

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